¡Por los rayos de todas las tormentas! ¡Malditos gusarapos de estanque!Anoche bajé a los camarotes, mi tripulación estaba demasiado silenciosa. Allí me los encontré, todos bajo la luz de un fanal, fija la mirada en algo que sostenía este lechuguino entre sus rodillas y que al principio no acerté a ver entre tantas espaldas y cabezas apiñadas; boquiabiertos y absortos, ninguno se percató de mi llegada, así que los sorprendí in fraganti. Pensé que se trataba de algún objeto precioso que por cualquier motivo querían ocultarme, o quizás les estaba leyendo alguna historia interesante, dado que ninguno de a bordo sabe leer medianamente bien, excepto el lechuguino. ¡Nada de eso! Estos intrérpidos caballeros de fortuna estaban viendo un libro, sí...¡un libro francés de figurines que les han robado a esas malditas hijas de congrio que nos abordaron! ¡No sé cómo no me he tirado por la borda o la he emprendido a mandobles con todos ellos! Les he confiscado el dichoso libro y les he quitado la ración de ron de una semana, aparte de haber jurado por todos los mounstruos del los abismos que en cuanto lleguemos a Tortuga no quiero volver a verlos nunca más!¡A ninguno!
¿Estás escribiendo, lechuguino de todos los diablos que se te lleven? ¡No quiero que escamotees ni una letra, o te haré pasar por la quilla! -eso si esa pandilla de desertores afrancesados que tripulan el barco me obedecen- ¡¿Qué murmuras lechuguino? !¿Crees que estoy sordo? En cuanto pueda aprender a leer, repasaré todo lo que has escrito y ¡ay de tí si me estás engañando!
Y ahora dame ese maldito libro franchute, quiero verlo bien, no sé a qué venía tanto misterio y... ¡glub y reglub! ¡Lechuguino!: ¡que nadie me moleste en los próximos días de singladura a menos que el barco se esté hundiendo! ¡y trae el ron, por las barbas del mismísimo Neptuno!





¡Canallaaaaaaaaas! ¡¡A fregar la cubierta todos!!Y aún hay más...¡no te digo, panda de BRRRRRRR!...Tú lechuguino, deja de escribir y dime qué pone aquí, que tampoco sé leer en francés...