miércoles, 19 de noviembre de 2008


Anoche, sentados alrededor de una buena hoguera y compartiendo un trago de ron, mis hombres y yo decidimos que ya llevamos demasiado tiempo en esta isla perdida. Mi idea al principio era construir una casa y quedarme, pero estamos demasiado lejos de todas las rutas, de todos los rumbos : ¿para qué queremos el botín en un lugar donde nunca podremos gastarlo? Todos echamos de menos tocar un puerto donde poder caminar entre la gente por las calles y una taberna donde susurrar algo en el oído de una buena moza. Mirándolo bien, aquí se está muy tranquilo y nadie nos persigue, pero no deja de ser una especie de condena, apartados de todo atisbo de civilización.
Aprovechando la larga bajamar, hemos varado el barco en la orilla sin culadas, sólo tocando, dejando al aire toda la obra viva para poder limpiar de barbas y teredones los fondos y la carena y calafatear el casco. Hay que desatascar todos los imbornales, limpiarlos y buscar un buen tapón para el de varenga, que no se anegue la sentina como nos pasó una vez rumbo a Belice.
Veremos si las aristas del pantoque se han deformado con el sol y si es necesario, las rectificaremos con vapor. Por suerte, hay buenos carpinteros en la tripulación y aquí en la isla hay una especie de teca, que servirá de buen sustituto para el maderamen de roble podrido por la broma. No es mucho, pero es mejor hacerlo ahora, pues una vez en el mar, "un poco más tarde" es siempre "demasiado tarde".
Le he encargado a "Fat Frank" que recopile todo el pescado salado durante estos meses, todo el aguardiente y todos los cocos que pueda almacenar en la bodega y que rellene la gambuza, sin olvidarse de recontar los barriles de agua potable. Si faltase alguno, le he dado permiso para vaciar los que contengan el aguardiente casero que fabricamos con el alambique, aunque Felipe, mi loro, se enfade. Ya se le pasará.
Mientras algunos cosen las relingas, reparan drizas y escotas desgastadas, revisan puños y nervios del velamen y repasan la cabullería, otros se aseguran de montar todos los herrajes que habíamos guardado sumergidos en aceite de palma durante este tiempo, poniendo todos los tensores y barbiquejos nuevos, para que el botalón quede tieso en la jarcia firme; ya una vez, por no estar bien tensado, se quebró por el empuje del estay, dejando suelto el moco del bauprés en la proa y obligándonos a navegar sin foque, lo que nos hizo orzar y perder propulsión, algo que casi nos cuesta ser apresados por un galeón español que avistó nuestra bandera y quiso darnos caza. En unos días estará todo listo y entonces levaremos anclas, desplegaremos velas y nos haremos de nuevo al mar, el mismo mar por el que llegamos hasta aquí y que tiene mil caminos que llevan a alguna parte: a todas las partes...
...¡Lechuguino! ¿estás tomando nota?: si has cambiado una sola palabra te prometo que te pasarás media travesía subido al palo mayor ¡por todos los teleósteos del abismo!


1 comentario:

El Ratón Tintero. dijo...

¡Qué alarde de dominio en la terminología técnica naval!
No me queda otra que creerme que tiene sentido toda la parrafada :-P
Tan sólo me sonaban algunas “palabrotas”, del hiperbreve de cuando te di la bienvenida por aquí, hace ya casi tres meses.
Has estado muy laborioso y veo que te cunde el trabajo, de lo cual me alegro mucho :-)